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Mi instrumento y yo (reflexiones de una pianista) Capítulo 2

En pleno centro del barrio de Gracia, en Barcelona, se encuentra un lugar increíble. Aquí, en el taller de reparación y afinación de pianos, me he encontrado con personas que viven su trabajo con pasión y profundidad. Esto me hizo cuestionar la relación con mi instrumento.

Jaume Barmona, el propietario del taller “Fortepiano”, nos abrió sus puertas y me permitió curiosear y grabar por todos sus rincones. Y entonces, con Gonzalo Sack como guía, recorrimos el pequeño taller lleno de pianos de épocas distintas, herramientas y otros objetos que no había visto en mi vida. Tengo que reconocer que he aprendido mucho sobre el instrumento que llevo tocando más de 35 años.


 

En esta visita sentí muchas cosas: asombro por descubrir que hay todo un mundo debajo de la tapa de un piano, y también algo de vergüenza, por mi ignorancia sobre este “Ser con teclas”, que pasa a mi lado más horas que ningún humano.


Lo primero que encontré al entrar en el taller fue un piano “desnudo”. Un “Yamaha” resulta muy familiar para todos los pianistas, pero verlo así sorprende mucho. Parece muy nuevo, el barniz, la pintura… pero resulta que alguna vez tuvo cuerdas y ya sonó mucho. Así que es un piano usado en plena restauración.


Realmente uno de los primeros enemigos del mecanismo de un piano es el polvo. Y cuando se le quitan todas las cuerdas se aprovecha para limpiarlo bien, para pulir, cambiarle los fieltros y darle el aspecto que se merece.

El siguiente paso es empezar a construir su interior de cero. Aquí vemos una pieza de metal que se llama escala dúplex, que sirve para resaltar todos los armónicos de las cuerdas, que, por cierto, en un piano de cola son más de 200.


Ahora viene un trabajo muy laborioso que consiste en colocar, una por una, las nuevas clavijas, usando… un martillo.


A veces algunas clavijas se aflojan y los aseguran con un martillo. Tiene que entrar a presión, si no, no aguantará la afinación. La pieza de madera donde se clava está hecha de unas láminas cruzadas, que permiten que la clavija se sujete mejor y aguante toda la presión de las cuerdas tensadas. Realmente la afinación del piano depende muchísimo de esta pequeña pieza: la clavija, de su grueso adecuado y de su colocación.


La mayoría de las cuerdas del piano son de acero, y ocupan su lugar en cada sección según su calibre. Las agudas son más finas, y aumentan su grosor a medida que son más graves. Los bajos tienen cuerdas cubiertas de cobre y son visiblemente más gruesas. Se utilizan tres cuerdas por nota en el registro agudo y medio, y dos o una en los graves.


Para que una cuerda comience a sonar, tiene que estar bien tensada. Y para tensarla tenemos que utilizar el peso equivalente a una persona adulta. Así que el piano soporta una gran tensión aun antes de pulsar ninguna tecla.

En los instrumentos modernos las cuerdas de los bajos se ponen cruzadas. Es la manera que encontraron los ingenieros de que las cuerdas pudieran ser más largas sin alargar el piano.


En los pianos antiguos se colocaban todas las cuerdas rectas y para conseguir un sonido más potente en los graves utilizaban más cobre. Al encontrar una manera distinta de poner las cuerdas ganaron en volumen y calidad de sonido y optimizaron el tamaño del instrumento.


Una vez tengamos claro que cuerda corresponde a cada lugar, la pasaremos por un pequeño agujero en la clavija, dará vuelta y pasará por el puente, que es otra pieza fundamental. Rodeará el “ganchito dorado” y… esto es alucinante: al dar la vuelta o se corta o se sujeta en otra clavija. Así que la misma cuerda puede estar afinada en dos notas diferentes. Cuando se crea la tensión, se convierte en dos sonidos distintos.


Otra parte importante del interior de piano es la tapa armónica, que tiene que tener un diseño lo más uniforme posible en las betas de la madera. Es como la superficie estirada de un bombo. Tiene una ligera curvatura que no se ve a simple vista, pero influye en su elasticidad.


La vibración de la cuerda se trasmite a la tapa armónica a través del puente que está encolando a ella. Por cierto, pasa lo mismo en una guitarra, un cello o cualquier instrumento de cuerda. La madera de la tapa armónica es la madera blanda y elástica, por eso puede vibrar. El pino abeto, y otras coníferas tiene estas cualidades. En cambio, la madera del puente tiene que ser muy dura, soportando mucha presión y no dejando que se pierda la vibración que está destinada a llegar a la tapa armónica. Otra parte importante es la placa de hierro colado. Tiene esta forma para que pueda soportar toneladas de tensión de un instrumento afinado. Estos hierros parecen costillas del esqueleto gigantesco de un animal.


En el taller tienen un piano del 1784. Este instrumento no tiene hierro en su estructura. Resulta que la madera se tuerce cuando le das mucha tensión.


Y como el resultado se tuerce todo el piano. Cuando los constructores se dieron cuenta de que esto pasaba, empezaron añadir hierro más y más, hasta llegar a la forma de los pianos actuales. En resumen: toda la estructura está unida, diseñando un cuerpo elegante, que reina sobre escenarios.

 

En la imaginación de un pianista, el sonido comienza en el momento de contacto del dedo con la tecla. Pero que sucede en la realidad lo descubriremos en el próximo capítulo…






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